sábado, 19 de mayo de 2007

De Triunfadores - Capítulo XV


A mediados de diciembre el frío empezaba a azotar sus con heladores coletazos las esquinas de la capital por la noche. A pesar del descenso térmico, Lorena consideró que era el momento de lucirse. No tenía por costumbre salir, ni arreglarse excesivamente cuando lo hacía, pero aquel día tenía motivos para estar eufórica. Mientras observaba el efecto que producían las ceñidas prendas sobre sus curvas, cada día más acentuadas por la delgadez, su ánimo se elevaba.

- Lorena estamos muy muy satisfechos de tu rendimiento en la empresa. Sabemos que has trabajado mucho y, además, con muy buenos resultados. Este años hemos decidido concederte un aumento, pero que sepas que con esa actitud puedes llegar muy lejos en esta empresa.

Mientras Lorena sonreía con el dulce recuerdo de los halagos de Maica, llamaron a la puerta. Felipe se introdujo en la vivienda que tan bien conocía con toda familiaridad, y saludó a la madre.

- Hola Felipe guapo ¿cómo estás?

- Bien gracias. – La suegra contempló llena de orgullo al buen partido de su yerno, tan buen chico, tan trabajador.

- ¡Lorena hija! ¿Pero no vas a comer nada?

- No mamá, ya tomaremos algo por ahí.

- ¡Pero hija! ¡Te estás quedando flaca!

- ¿Flaca? ¿Pero tú me has visto bien? Sólo he adelgazado un par de kilos y otro par no me vendría mal la verdad.

- Hija tienes que cuidarte por favor, te vas a poner mala.

- Anda ya mamá, que eso de que la gordura es salud sería en tus tiempos. Estoy un poco rellena y lo sabes, déjame en paz.

- Hijo ya ves como está la cosa, a ver si tú me la puedes cuidar un poco, que a mí no me hace ni caso.

- Lorena estás muy bien, no necesitas adelgazar nada. – Aunque tristemente, Felipe se dio cuenta de que ni se había percatado del cambio.

Felipe y Lorena se acercaron a la mesa donde los amigos más puntuales se habían sentado. Pronto se reunirían en total con otras dos parejas, más dos amigas solteras de Lorena.

- Hola – Hola ¿qué tal? – Estás guapísima. – Gracias, gracias.

- Bueno chica que tal te va…

- Pues muy bien, con mucho trabajo, pero la verdad es que me va muy bien en la empresa.

- ¿Sí? Pues yo estoy hasta las narices tía. Estoy pensando en pillarme una baja por depresión jaja. ¿Y el piso qué? ¿Sabes algo?

- Pues mira, ha habido problemas con la constructora. Pero aún así no sé, algo me dice que nos lo van a dar pronto.

- Seguro que sí tía, si ya están hechos. El problemas es cuando ni empiezan, ahí si que tardan años en entregarlos.

- Eso espero, ojalá todo vaya bien. – Dijo Lorena tomando la mano de su novio.

- ¿Y tú que dices Felipe?

- ¿Eh? – La verdad es que Felipe se había abstraído por completo del lugar. No le parecían malas chicas, las amigas de Lorena, ni tampoco tenía problemas con sus acompañantes. Pero tampoco era gente con la que pudiera hablar desde el fondo de su ser, como Lorena haría con ellas en la intimidad. Sus nuevos amigos ofrecían mucha diversión, sin embargo ¿había algo más? Era como un extraterrestre injertado en lugar equivocado.

- Lorena, ¿no picas nada?

- No, no tengo hambre. – De pronto, un vaso de cerveza se derramó sobre la falda de una de las amigas de Lorena.

- ¡Ay tía! ¡Cómo me he puesto!

- No pasa nada, espera, toma unas servilletas.

- ¡Que no tía, que se nota un montón! Me voy a tener que marchar.

- ¿Pero cómo te vas a marchar por eso? Qué no pasa nada, venga te ayudo a limpiarte.

- ¡Pero es una mancha muy grande! Todo el mundo se va a dar cuenta… - De pronto, Felipe lanzó su brazo sobre la chica y empezó a hablar, con voz firme, tranquilizadora.

- No pasa nada, nadie se va a fijar en eso, tranquila, se secará. No tiene importancia ¿vale? No tiene ninguna importancia.